Amor y Música de los 90: La Combinación que Nos Dejó Perdidos a los millennials

Gabriela M
4 min readJun 3, 2024

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Al principio pensé que el problema era yo. Cada vez que conocía a alguien con quien sentía una conexión mental y emocional, me lanzaba sin paracaídas a confiar en esa persona. Sí, necesito terapia, pero mientras tanto, disfruto viendo cómo los millennials americanos y latinos estamos en ese limbo de querer un amor más como el de la serie Friends y menos como el de Felicity. Ya probamos el “fluir” con las relaciones casuales y nos hartamos, pero salimos tan lastimados de esa etapa de nuestras vidas que no estamos dispuestos a pasar por esa descarga eléctrica que casi nos mata ni una sola vez más, ni siquiera por curiosidad.

Me puse a pensar, ¿de dónde viene este deseo culposo y no admitido de querer una relación seria a largo plazo que tenga un inicio lento pero seguro? Todos, absolutamente todos, anhelamos ese amor (si no fuera así, los k-dramas serían una industria en bancarrota con cada vez menos seguidores). Y fue cuando puse en mi Spotify música de los 90 que tuve una epifanía. La música nos jodió nuestros años en los que comenzábamos a definir qué era una relación de pareja.

Ya Disney había hecho su parte con aquello del final feliz, pero estábamos muy inocentes y poco pensantes cuando la Bella besó a la Bestia, sin embargo, cuando cantábamos a todo pulmón “This I Promise You” de NSYNC, estábamos en toda la plenitud de nuestros sentidos, nuestra idea de noviazgo se estaba formando desde la locura de “If I Can’t Have You” de Yvonne Elliman, acompañada de la entrega total de “I Don’t Wanna Miss a Thing” de Aerosmith, pasabamos incontables noche anhelando que nuestro noviazgo futuro se pareciera a la canción “From This Moment” de Shania Twain; y si alguna vez ese amor terminaba, queríamos que nuestro amado(a) cantara “My All” de Mariah Carey y “Always” de Bon Jovi hasta quedar sin voz. En resumen, toda la música que escuchamos entre los 90 y 2000 estaba repleta de sentimientos profundos y desbordados.

Y por más que el reguetón y el pop moderno intentaron convencernos de que quitarle el tabú al sexo era la forma más efectiva de aceptar nuestra naturaleza poliamorosa (sí, somos poliamorosos, la historia siempre ha contado que como humanos, si tenemos vida social, tenemos múltiples gustos que van cambiando con el pasar de los años), ahora estamos despertando a una realidad en la que hubiéramos preferido tener 14 ex parejas formales que 127 “casi algo” fallidos. Al menos ahora sabemos que eso hubiera dolido menos.

Entonces llegamos al 2020 sin tener muy claro qué queremos hacer con nuestro corazón. Por un lado, los solteros se niegan a resignarse con algo que no esté acorde a todo el crecimiento personal que han invertido durante su soltería. Los casados viven al borde de dos abismos, uno que se basa en descubrir cómo trabajar una relación para encontrar un equilibrio que no se sienta como empujar una roca colina arriba y otro que busca el construir una familia con hijos que esté blindada de cualquier síntoma de separación. Luego están los divorciados; a ellos les toca un poco más difícil, porque les toca comenzar de nuevo en una época en la que todo el cortejo cambió por completo y deben estudiar a profundidad cómo juntar de manera casi imperceptible sus antiguas vidas junto con la funcionalidad de un amor moderno sin morir en el intento, tratando de vivir el momento pero sin que esto afecte el primer intento de familia que tuvieron.

Como dice la canción de Party Band, “si nos organizamos, cogemos todos”; pienso que tal vez el inicio está en volver a esa época donde lo que más queríamos era formar amistades que nos presentaran a sus amistades. Tenemos el ADN demasiado adherido a la entrega idílica del amor que nos enseñó los 90, y después de probar Tinder y otras aberraciones, aquí estamos, de nuevo en los 90 pero 15 o 20 años más viejos. Estamos de nuevo en la época que nos recordaba conexiones verdaderas, y esas conexiones se daban porque no le llegabas al que te gusta diciendo “hola, no me conoces pero… ¿quieres coger y ver si formamos una vida juntos?” En aquella época, si alguien te gustaba, hacías todo un trabajo de inteligencia digno del FBI y buscabas coincidir en el círculo social de la persona para que se diera un primer encuentro. De cierta manera, tenías una preparación previa que te permitía conocer a tu amor antes de realmente conocerle, y eso, eso hacía la magia de todo.

Tal vez alguna solucion a nuestra eterna soledad sea la manera de ver a la persona a la que le tenemos ganas como una amistad en potencia, esto puede que nos de tiempo suficiente para saber si después de la cogida todo va a ser caótico o si estamos a tiempo de decepcionarnos de las ganas sexuales y dejar una buena y valiosa amistad.

Pienso que es hora de probar cosas más vintage, más allá de la música en vinilo y las fotos retro. Volver a nuestra alma mater de relaciones noventeras puede que nos dé un buen resultado. Después de todo, las tendencias siempre empiezan cuando las ponemos en práctica con nosotros mismos.

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Gabriela M

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