El amor en tiempos de burnout: la verdadera razón por la que no encontramos pareja

Gabriela M
4 min readFeb 2, 2025

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Nos casamos con nuestras carreras, invertimos toda nuestra energía en el trabajo y luego nos preguntamos por qué nuestras relaciones personales no funcionan. Porque, después de ocho o más horas de trabajo mental, la idea de tener que trabajar en nuestras relaciones nos resulta insoportable. Queremos que todo sea fácil, queremos que la conexión se dé de forma natural, queremos que la otra persona haga el trabajo por nosotros.

Hay algo que nuestra generación ha entendido. (probablemente desde que llegaron las apps de citas) y es que todas las relaciones requieren trabajo. Ya sea una amistad, un matrimonio o un “situationship”, mantener un vínculo sano implica esfuerzo. Hay que sentarse a hablar, encontrar puntos en común una y otra vez, conocerse lo suficiente para saber qué toleramos y qué no, y aprender a poner límites.

Antes, las relaciones de nuestros padres duraban décadas porque la sociedad estaba diseñada para que toleraran más. Pero ahora, nuestra generación ha decidido que no está dispuesta a tragarse su infelicidad con el desayuno todas las mañanas. No vamos a sonreír en la foto familiar si estamos sobrecargados con la presión de mantener una casa impecable. Tal vez esa dinámica funcionó en el pasado porque el éxito se medía de otra manera: tener una familia, una casa, un empleo estable. Si a los 25 años estabas casado y pensando en hipotecas, ibas por el camino correcto.

Pero entonces llegó el internet y nos mostró otra versión del éxito. Ahora es tener múltiples negocios, viajar por el mundo, cenar con CEOs, usar ropa de diseñador y tener una agenda tan exclusiva que un martes cualquiera puedes contratar a un estilista personal. Nos vendieron la idea de que el éxito es ser dueño de tu tiempo, dar conferencias inspiradoras y tener un podcast con millones de oyentes.

El problema es que nos introdujeron esta nueva versión del éxito sin darnos un plan para salir de la anterior. Así que ahora, en 2025, vivimos en una dualidad constante: por un lado, la idea de éxito con la que crecimos (familia, estabilidad, hogar) y, por otro, la que nos vendieron en redes sociales (libertad, dinero, reconocimiento). Estamos atrapados entre dos paradigmas y, sin importar cuál elijamos, sentimos que algo nos falta.

La desconexión que no vimos venir

Con este cambio de prioridades, nos dimos cuenta de algo más: conectar con otras personas se ha vuelto cada vez más difícil. Y no es que no lo hayamos intentado. Nos metemos en clubes de lectura, clases de cerámica, vamos solos a cafeterías… pero no parece funcionar. Y aquí es donde entra el punto central: conectar con otro ser humano también requiere trabajo.

Nos cuesta hacer nuevos amigos, encontrar una pareja o incluso mantener relaciones a largo plazo porque nuestra energía está completamente drenada por nuestras jornadas laborales. La industria laboral ha cambiado radicalmente desde la llegada del internet, y en un mundo donde todas las empresas quieren estar disponibles 24/7 para sus clientes, los trabajadores somos los que terminamos pagando el precio.

Los horarios de 9 a 5 ya no terminan a las 5. Empezamos a trabajar mentalmente desde antes de entrar y seguimos rumiando problemas horas después de salir. Así que, cuando finalmente cerramos la laptop, lo último que queremos es hacer el trabajo emocional que implica construir o mantener una relación. Nos quedamos en casa, nos refugiamos en nuestra comodidad, en nuestra “manta emocional”, y justificamos nuestra soledad con la idea de que ya llegará la persona adecuada.

Pero lo cierto es que, al igual que nuestras carreras, nuestras relaciones también necesitan esfuerzo. Antes, había una especie de acuerdo tácito sobre qué batallas valía la pena pelear y qué cosas simplemente se toleraban. Ahora, queremos relaciones sanas, queremos comunicar, queremos sentirnos bien. Pero cuando descubrimos que, para que una atracción inicial se convierta en algo más profundo, hay que seguir trabajando, nos agotamos y preferimos evitarlo.

El descanso que confundimos con amor

A veces conocemos a alguien que nos hace sentir que todo es fácil. Que no hay conflictos, que todo fluye, que no hay necesidad de esforzarse. Y, por un tiempo, eso se siente como paz. Hasta que un día nos damos cuenta de que, en realidad, nos conformamos porque queríamos descansar. Esa persona hizo todo el trabajo por nosotros y nos dejó descansar.

Es la misma sensación que tenían nuestros abuelos al llegar a casa después de un largo día y encontrar la cena lista, la ropa limpia y la casa en orden. Pero el problema de este tipo de “descanso” es que no dura para siempre. En algún punto, te das cuenta de que no hay crecimiento, de que esa relación no te desafía, y que lo que parecía paz era simplemente inercia.

Por eso, cuando una relación termina y la otra persona rápidamente encuentra a alguien nuevo, no siempre significa que esa relación es mejor. A veces, simplemente significa que encontraron a alguien con quien pueden descansar. Pero, como cualquier período de descanso prolongado, en algún momento nos aburrimos y queremos movernos otra vez.

El trabajo que no queremos hacer después del trabajo

El verdadero problema no es la inteligencia artificial ni la automatización. El verdadero peligro es cuánto nos está costando hacer el esfuerzo de conectar con los demás.

Las relaciones siempre han requerido trabajo. Solo que antes, sabíamos qué valía la pena tolerar y qué valía la pena discutir. Ahora, queremos comunicar todo, pero no queremos hacer el esfuerzo constante que eso implica.

Pero la realidad es que no podemos seguir evitando el esfuerzo. Si queremos relaciones reales, si queremos amistades duraderas, si queremos amor de verdad, vamos a tener que hacer el trabajo. Después del trabajo.

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