El chisme: Nuestra comunidad invisible
A medida que el tiempo pasa y sigo analizando por qué mi vida es tan solitaria, me doy cuenta de que disfruto de esa soledad al máximo. Ha sido un proceso de crecimiento y madurez tanto personal como emocional, pero a veces me gustaría tener un círculo social de amistades que sea constante, algo parecido al que tiene el actor Vin Diesel, que además de su propia familia, ha generado amigos que se convierten en familia. Sin embargo, al estudiar diferentes variables en mi vida que me complican alcanzar esa utopía, me doy cuenta de que una razón importante por la que no encajo fácilmente socialmente es que no me gusta hablar de situaciones negativas que me suceden, en otras palabras no genero ni alimento la capacidad de crear un chisme). Si bien le dedico un par de minutos a alguno que otro cotilleo, la verdad es que prefiero enfocarme en los aspectos positivos de esas “Malas” experiencias, lo cual puede dificultar la conexión con los demás, ya que el chisme se crea basado en las situaciones negativas y estas situaciones suelen ser el motor social de nuestra actual generación.
Con los años me fui adoctrinando de manera que, cuando algo negativo me sucede, suelo compartir solo lo positivo que resultó de esa situación, en lugar de centrarme en el dolor o la decepción que pueda estar sintiendo. Esta actitud ha llevado a que la gente piense que siempre estoy bien (lo cual no es cierto) pero entiendo por qué lo piensan. Además, he notado que cuando comparto mis preocupaciones o angustias, muchas veces las personas no saben cómo responder de manera empática a lo que estoy contando, esto me ha llevado a preferir disfrutar de mi soledad y autogestionarme, en lugar de invertir energía en conversaciones que se convertirán en el chisme de algún encuentro en un cafe.
Como diría mi muy admirado Tony Robbins: “Si ves una película en la que el personaje principal tiene una vida perfecta al principio, continúa así en la mitad, y termina igual, pensarás que es una película aburrida. La vida, al igual que una buena película, necesita altibajos, drama, comedia, romance y suspenso”.
Mi vida podría ser material para una saga tan larga como Grey’s Anatomy, pero cuando estoy pasando por momentos difíciles, prefiero procesar la situación y desahogarme de una manera que me haga sentir que estoy sanando, no solo ventilando el último capítulo polémico. Tengo la sensación de que no alimento el chisme, ni siquiera en casos cuando me dicen “mi día estuvo raro, pero terminó bien”, incluso entonces yo me enfoco solo en el resultado positivo, asi que mi respuesta será “bueno, lo más interesante de todo es eso, que terminó bien”.
Y siendo honestos, los amigos no se reúnen para hablar del último libro de Mario Mendoza o el próximo viaje que van a hacer juntos, ¡lo que realmente los une es el chisme!
El chisme no es malo, ni algo que podamos erradicar como sociedad (quizás la generación alpha pueda hacerlo) pero considero relevante reflexionar sobre el tipo de contenido que consumimos y cómo lo convertimos en parte de nuestra vida cotidiana. ¿El darle tanta energía an chisme nos esta robando enfoque de como trabajar en la vida que queremos? Probablemente no, quizás el chisme sea nuestro Netflix ultra personalizado que nos de la dopamina para distraernos de lo que nos incomoda, lo que si se es una innegable realidad es que el chisme es simplemente algo que nos une como sociedad, es ese placer culposo de hablar de un conocido o desconocido en el cual no te percatas de que TÚ eres el protagonista de algún chisme en este momento. Quieres seguir alimentando ese tipo de pensamientos en tu cabeza?