Fidelidad Millennial

Y como pase de ser la futura esposa a ser la amante.

Gabriela M
5 min readOct 31, 2019
FOTO: SERIE- EL EMBARCADERO

Desde hace ya bastante tiempo he pensado que la fidelidad es un concepto que debe ser replanteado; ya que, si bien es cierto que nos hemos enamorado perdidamente de la sensación de sentirnos exclusivos en la vida de nuestro crush, también debemos estrellarnos con la realidad de que internet nos abrió un portal inestable hacia las relaciones modernas, llevándonos a los límites que van desde buscar sexo (camuflado o casual) en una app, hasta agencias que te coordinan la boda con la persona que científicamente es tu alma gemela.

Si ya nos salimos del contexto de que los tatuajes solo los usan los motociclistas, y comprendimos que a las mujeres que no son prostitutas también les gusta el sexo variado y frecuente; comencemos a entender que en esta era de la hiperactividad en redes sociales no todo lo que lastima a nuestro ego (ejemplo, el sexting) es necesariamente una muestra de que nuestra pareja dejo de amarnos; y aunque sea un trago tan amargo como el tequila, debemos aceptar que “los cachos”, son un tema tan serio y tan probable de solucionar como una mala experiencia en la cama.

En lo personal, puedo decir que en los últimos años me ha tocado vivir entre dos países cuyas culturas son tan similares como distintas (dependiendo desde donde se mire), y es en este contraste donde me topé con la realidad de que gran parte de nuestro sufrimiento en las relaciones de pareja, es que vivimos en un permanente debate interno entre la relación exclusivamente de dos que nos mostraron las novelas, y la imparable modernidad de Tinder y el poliamor; es decir, nuestro ego quiere publicar “por fin encontré el verdadero amor”, mientras que nuestra mente emocional no deja de repetirnos “que tan malo puede ser desearle un feliz cumpleaños a mi ex”.

En mi experiencia, puedo afirmar que dentro de mi propia película romántica, yo ya tenía el anillo y el vestido de novia; pero a medida que avanzaba el compromiso, notaba que la chispa del enamoramiento nunca estuvo dentro de la lista de invitados de esa relación; y era precisamente esta falta de pasión lo que hacía que encontrara atractivas las conversaciones con otras personas; incluso, llegue a imaginarme dentro de esas historias de amor donde nace un triángulo pasional tormentoso y excitante; fue esta especie de crisis lo que hizo que comprendiera a fondo que cuando las cosas van bien en la pareja, no hay tercero que pueda entrar por más que lo intente (y que esto sucede a la inversa cuando las cosas van mal); a la mala entendí que se puede intentar reparar lo que está dañado, pero que muchas veces lo que está causando el daño, es el conformismo de “estamos bien” y continuar corriendo detrás de una grieta que no deja de crecer.

Mucho tiempo después, cuando mi lista de desamores y ciclos cerrados era frustrante, decidí aventurarme y probar el otro lado de la moneda, ese donde se supone que todo es más divertido y menos comprometedor; y fue estando en ese estatus de clandestinidad que me di cuenta que existe una clausula muy pequeñita que a ambas partes se les olvida leer detenidamente antes de firmar, y es aquella que dice que el riesgo no es que uno de los dos se termine enamorando, sino que el verdadero peligro esta cuando los dos se quieren lo suficiente como para no tener la voluntad de dar por terminado el contrato, pero tampoco existe la más mínima probabilidad para ocupar la vacante de la actual pareja, en pocas palabras, que los dos lleguen a quererse con la misma intensidad.

A final de cuentas, hoy en día la infidelidad es tan común (y últimamente tan normal) como tener un resfriado, con la diferencia que un par de estornudos y algunos grados de fiebre no destruye nuestro muy preciado EGO en un millón de pedazos; y digo ego porque si miramos con lupa el dolor de un engaño, lo que nos duele no es la noche de copas que hizo que nuestra pareja perdiera el control de la relación, lo que sentimos que nos mata, es la sensación de haber sido burlados como si nuestro amor hubiera sido un truco de magia barato al cual le apostamos todo.

Tenemos que comenzar aceptar con la misma validez con la que se acepta que los niños revoltosos solo sufren de hiperactividad; que, a pesar de que a nuestro ego le duela la idea, es totalmente posible que alguien pueda enamorarse de dos personas al mismo tiempo (mencione enamorarse, no amar, amar es tan complejo como encontrar la paz interior); y que estamos en una era donde así como el teléfono que nos gusta viene en varios colores, estamos descubriendo que los que nos enamora viene en diferentes matices, y que muchas veces estos no vienen en una sola persona.

Para mí, hoy en día la infidelidad es un tema que debe debatirse entre la pareja desde la primera cita (si es posible); pues los conceptos de infidelidad han ido variando tan rápido como las actualizaciones de la aplicación Tinder; no podemos juzgar con la misma severidad el coquetear en Instagram, que lo sucedido al tener un desliz con la ex pareja; la infidelidad ya paso a tener diferentes niveles, y es justo y responsable (para nosotros mismos) el auto evaluarnos y re-definir lo que consideramos una infidelidad tolerable, y lo que definitivamente no tiene perdón de Dios.

No se puede dejar de lado que lo que genera (casi sin darnos cuenta) que nuestra relación se vuelva vulnerable a unos cachos, son la cantidad de inseguridades que tenemos hacia nosotros mismos, hacia nuestro valor propio y hacia lo que sentimos que nuestra presencia le brinda al mundo entero; es el dudar de nuestra capacidad y de lo extraordinarios que somos individualmente lo que hace que pasemos la noche en vela sospechando que nuestra pareja no tiene ganas continuar con lo que estamos construyendo, y que sienta que es una mejor opción el iniciar algo nuevo el otro lado. El tener la absoluta certeza de que eres una persona espectacular con o sin tu pareja, es la feromona que hace que puedas continuar tu historia de amor o iniciar una nueva con alguien que te de tu lugar.

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